Quiero agradecer a mi esposa, quien fue el viento que avivó la llama de la creatividad, impulsándome a llevar los juegos más allá de las paredes de nuestro hogar. También a mi familia, los cimientos sobre los que se ha construido mi pasión: a mi mamá, que siempre regó la semilla de mi imaginación, y a mi papá, que me enseñó a forjar mi mente como quien templa el acero. A mi hermana, por su apoyo inquebrantable, y a Zaba, Suhe y mis primos, porque juntos tejimos las raíces de lo que hoy es la historia de Emostories.
Más allá de mi hogar, quiero dar las gracias a los amigos que, como estrellas en la noche, iluminan cada encuentro en nuestra mesa. A William, un amigo leal cuyo respaldo es como una roca firme, y a Lau, cuya sabiduría fluye como el agua, dando vida a nuestras conversaciones. No puedo olvidar a Juanda, un compañero de travesía en esta senda de creación, cuya creatividad es un faro que guía nuevos proyectos.
También quiero agradecer a Rolando, el arquitecto de formas que, con su destreza en el diseño 3D, ha creado las pequeñas joyas que tantos han llegado a apreciar. A Manu, cuya arte es un hilo dorado en este tapiz, y que, aun cuando el tiempo parece esquivo, sigue bordando su esencia en nuestro proyecto. A Creo Mi Juego y a Carlos, quienes abrieron una puerta en la que antes solo veía un muro, demostrándome que todo esto es posible; les agradezco por el espacio y los consejos que han dado.
En estos últimos tiempos, también debo agradecer a Juli y Vero, porque en Tokyo Nation y SonGeniales encontré un puerto seguro donde las ideas pueden navegar con libertad. Y no quiero olvidar a Ange y Fran, quienes, como raíces profundas, sostienen este proyecto desde la distancia y aún hoy continúan nutriéndolo con su apoyo.